Facebook es gratis; WhatsApp también es gratis; Instagram lo mismo; Google Maps ídem; YouTube igual; la aplicación de Apple Watch supongo que también, etcétera, etcétera y etcétera. No es un secreto que casi cada cosa que hacemos va generando datos de nosotros mismos:
Cuando usamos la tarjeta de crédito, que amablemente nos ha proporcionado nuestro banco de confianza, para comprar en Louis Vuitton el algoritmo que indica nuestra hipotética solvencia futura para comprar una hipoteca, sube; al igual que baja si compramos en la franquicia de supermercados de barrios pobres. Cuando echamos gasolina aquí y allí, y usamos el navegador para desplazarnos también estamos diciendo cosas de nosotros mismos. Escribimos en una conversación por WhatsApp con nuestra mujer sobre la posibilidad de ir en Semana Santa a pasar unos días a la costa, y Facebook nos muestra anuncios de Booking de hoteles de playa en Huelva. Tenemos una conversación en casa en la que hablamos de pienso para el perro, y Google nos muestra anuncios de Royal Canin, ¡sin que hayamos hecho ninguna búsqueda ni escrito nada al respecto en ningún sitio!
En casa llevamos algún tiempo haciendo la broma de decir en alto que se nos están acabando los «parches de nicotina para el gato»… Estoy seguro de que el algoritmo que procesa las conversaciones privadas obtenidas a través del micrófono del móvil se habrá vuelto loco buscando un producto que ayude a mi inexistente gato a dejar de fumar.
Así podría seguir con muchos y muchos y muchos ejemplos más.
Como este estudio polémico encargado por Trump para su campaña del 2016 que mostraba a cada usuario de Facebook el anuncio concreto sobre la quinta enmienda y el derecho a defenderse que más impacto podría tener en función de la personalidad analizada con un simple algoritmo que agrupaba a cada sujeto en un grupo.
Lo explica muy bien este vídeo “Cómo Cambridge Analytica analizó la personalidad de millones de usuarios de Facebook” :
https://invidious.snopyta.org/watch?v=7831NGClsrM
Para poner otro ejemplo más, os resumo este interesante artículo de la Universidad de Deusto:
En 2012, un adivino montó una carpa en una plaza de Bruselas para mostrar sus extraordinarios poderes. Sus ayudantes invitaron a los viandantes a tomar asiento frente al clarividente, y uno por uno se quedaron sin habla al escuchar a aquel hombre, al que no habían visto jamás, describirles su vida al detalle: cómo era su familia, a qué se dedicaban, sus aficiones y vidas amorosas, sus miedos y enfermedades… y también su cuenta bancaria, el dinero que tenían y en qué lo gastaban, sus contraseñas…
(Amazing mind reader reveals his 'gift' – video) https://invidious.snopyta.org/watch?v=F7pYHN9iC9I
Se trataba (podéis verlo en el vídeo anterior) de una campaña viral de una organización por una banca online segura. Redes sociales, Google, registros en páginas web o comercios digitales: la cantidad de veces que entregamos nuestra información privada en Internet es ya incontable, hasta el punto de que es una batalla que casi damos por perdida.
Al fin y al cabo somos seres humanos, muchas veces cerramos los ojos a la realidad y hacemos oídos sordos para no descubrir aspectos de esta que no nos interesan conocer, nos sentimos cómodos viviendo parcialmente en la ignorancia, para posteriormente justificar nuestros errores con ella, y de este modo trasladar la responsabilidad de nuestras acciones fuera de nosotros. Pero tarde o temprano cada uno de nosotros tropezaremos con la piedra de la privacidad, y cuando ya sea demasiado tarde querremos reivindicar un derecho fundamental que hace tiempo vendimos conscientemente a cambio de comodidades.
https://lapiedradesisifo.com/2019/02/23/big-data-si-es-gratis-es-porque-el-producto-eres-tu/?fbclid=IwAR21-gmRj7LnYwBZhMY6VRmOpe09KDH30bdP0fCniXfdzWiQrAiYQp8IDRQ
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