En Netflix hay una serie documental de un cazador que vive de lo que caza y pesca. Se llama Meat Eater y es una muestra de que la cacería puede ser mucho más ética que comprar tu pedazo de lomo en la carnicería, sabiendo que la ganadería a gran escala está plagada de malas prácticas.
Pero no hablaré de eso ahora.
Lo que me llamó la atención es que luego de 3 o 4 días acampando en la nieve, subiendo cerros, y cruzando ríos medio congelados, una vez cazado el animal rastreado. En lugar de comerse la parte más sabrosa del animal (ej. algún músculo marmoleado y blando), Steve Rinella (y quién lo acompañe), lo primero que comen es el corazón y el hígado.
Más tarde comprendí que el hígado es la parte más nutritiva de un animal. De hecho, los animales carnívoros, marinos o terrestres, se comen esa parte primero.
Vale más el valor nutricional que el sabor. Y los humanos, en nuestra sociedad tan acomodada, nos olvidamos de esto.
En fin, descubrí que el hígado es sumamente barato por lo mismo, la poca demanda. Compré medio kilo.
Pregunté a mis viejos cómo se prepara (mi papá es fanático), busqué en internet y finalmente lo que hice fue:
- Dejar remojando el hígado (en Chile le decimos "panita") en leche por varias horas en el refrigerador. En trozos pequeños para que la leche penetre mejor.
- La leche queda con un color rosado.
- Se lava el hígado en agua y se drena.
- Se calienta aceite en la sartén. Se añade la panita con cebolla y se aliña a gusto.
Resultado: Pude comer un par bocados y no di más. No soporté el olor. No soporté el sabor. Creo que la comodidad me ganó esta vez.
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