Luego de las tres semanas en el fermentador (Sólo tengo uno, pero lo tradicional es fermentar en uno y luego madurar en otro), llegó el momento de embotellar.
Compras de última hora.
Aún me faltaba el llenador de botellas, que no es más que un tubito con una llave en la punta que se abre al presionar contra el fondo de la botella. Usando este artefacto se evita oxidación de la cerveza en contacto con el aire y todas las botellas quedan más o menos del mismo nivel de llenado.
Salí a comprar el mencionado accesorio, pero no tenían de la medida para la llave de mi fermentador. Así que acto seguido pasé a la ferretería más cercana a comprar una manguera que me serviría como un adaptador, y una abrazadera inoxidable atornillable que me evitaría fugas desastrosas del preciado líquido.
No haber comprado lo que necesitaba a tiempo fue el primer error, el segundo fue que no contemplé la posibilidad que "llave + llenador" me dejaría sin espacio para meter y sacar botellas. Tuve que mover el fermentador a una mesa más alta, lo que significó un movimiento no deseado del fondo que yacía decantado. Si no construyo un mueble más alto para la próxima vez, entonces tendré que reubicar el fermentador en la mesa con uno o dos días de anticipación antes de embotellar.
Priming
Herví agua filtrada, calculé la cantidad de dextrosa que iría en las botellas para 2.4 volúmenes de C02 (Googlear priming sugar calculator) y luego de disolver, esperé a que el almíbar enfriara.
Mientras lo hacía, y además esperaba que el fondo del fermentador volviera a asentarse, me dediqué a lavar y secar botellas.
Cuando el almíbar estuviera a una temperatura similar a la del mosto, abrí el fermentador y distribuí el líquido lo más suavemente posible para no alterar aún más el contenido del fermentador. Aproveché de sacar una muestra y verla en el refractómetro, que me dio un aproximado de 6.3% de alcohol.
El resto lo probé y me sentí orgulloso del resultado: harto cuerpo, amargor intenso.
Cerré el fermentador y esperé una hora a que la levadura le diera la bienvenida a su nuevo alimento.
Comencé a rellenar y tapar las botellas. Se acabaron y aún me quedaba mosto. Llené dos growlers (botellones de 1.9 litros) de los 5 que tenía por si acaso.
Mucho de lo que leí en contra de los growlers era su incapacidad para soportar la presión generada por el Co2 en su interior. Así que no los llené a tope (dejando bastante espacio en el cuello) y además asegurando la tapa rosca con varias vueltas de cinta eléctrica.
Etiquetado
Finalmente, llené las etiquetas con un plumón permanente con estilo (IPA), datos calculados (IBU, % alcohol) y ml, las recorté y las pegué a las botellas. El método fue simple:
Pasar el lado no impreso de las etiquetas por un plato con leche descremada. Pegar a la botella y secar el sobrante con una toalla de papel.
Cuando leí ese método en reddit pensé que era broma, pero luego me di cuenta que era un método bastante popular. Suponiendo que el azúcar de la leche (lactosa) tendrá la propiedad de convertirse en un pegamento suave al secarse. Aún con mucha incredulidad probé y funcionó. De momento no sale mal olor (o bien el olor del plumón permanente es demasiado fuerte). No sé si sea relevante, pero para la impresión usé láser, no tinta.
Update: @isaias@social.targaryen.house me acaba de aclarar lo siguiente:
De la leche, la caseína es la que se usa como pegamento en superficies de vidrio o plástico; una forma de evitar los malos olores, si los hubiera, es retirar la grasa (la nata), por eso debe ser descremada, además de asegurar una mejor adherencia. Saludos.
Nueva espera
Las botellas listas y etiquetadas se almacenaron en un baúl de plástico a la espera de que la levadura dentro de las botellas consuma la dextrosa y genere el gas que hace tan apetecible a una cerveza. Más o menos, dos semanas más.
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