Hace un par de meses leí que Finlandia eliminarían la obligación de cursar escritura caligráfíca en las escuelas, con motivo de que los pedagogos consideran que dispositivos digitales están desplazando el papel. Si disfruté un artículo que elaboraba una defensa apasionada ensalzando las capacidades desarrolladas y la expresividad mediante las técnicas de caligrafía, a mí me preocupó el aumento de dependencia de los dispositivos electrónicos y la acentuación de la brecha digital como consecuencia de ésta decisión.
Lo primero es aclarar de qué hablamos con el término brecha digital: nos referimos a la distribución desigual del acceso a la tecnología, relacionada con factores económicos, sociales y/o geográficos. Un ejemplo incómodo es que actualmente una escuela privada de un área adinerada tenga medios para proporcionar un ordenador en el puesto de cada alumno, pero una escuela pública de un barrio marginal con fondos más escasos no pueda permitírselo. Algo que igual no han pensado es el caso poético de que la brecha se invierta: ¿qué sucede si hay un corte de luz y/o conectividad? Todos esos alumnos aventajados digitalmente serían incapaces de “escribir de forma analógica” serían incapaces de tomar notas, y por lo tanto de estudiar adecuadamente.
Más allá del tema de la propia escritura, tenemos la cuestión del acceso a medios: dotar de tecnología a las escuelas siempre ha sido caro, pero con la situación de la Pandemia la digitalización y el estudio en remoto se está convirtiendo en una necesidad cuando el espacio reducido de las aulas (generalmente masificadas tras los sucesivos recortes) no son adecuadas para la enseñanza presencial mientras estén en vigor las normas de distanciamiento social.
En este escenario, es importante impulsar el uso Software Libre (no gratuito: libre) y estándares abiertos en la educación. Si bien los alumnos pueden ser “libres” de elegir un software propietario de pago, no todos los alumnos (y evidentemente sus familias) pueden permitírselo. La solución tampoco puede ser que una gran empresa (como por ejemplo Google o Microsoft) proporcione licencias de estudiante, puesto que al acabar su validez el alumno podría perder el acceso a su material generado en esos años aún teniendo esos datos en un soporte físico suyo, puesto que la codificación propietaria les bloquearía. Además estas empresas pueden ser de las que ofrezcan sus servicios a cambio de procesar sus datos para otros fines, por lo que hay que tener mucho cuidado con qué se firma.
En un intento de ser respetuosa con todos, aunque en personalmente abogue por tecnologías libres por ser lo éticamente correcto, me decanto por la solicitar una solución intermedia, que es forzar el uso de estándares abiertos: un ejemplo sería que a la hora de entregar un trabajo no se admitiese el formato docx
(propietario de Microsoft) sino que se usase el formato abierto odt
. De esta manera, quién gustase de seguir usando y confiando en Microsoft Office podría seguir haciéndolo, pero no excluiría del acceso a esa información a quién no pague la suscripción de ese software use por ejemplo LibreOffice. A esto hay que sumar que dichas plataformas deberían ser accesibles desde cualquier dispositivo independientemente del sistema operativo que use. De esta manera se evitarían casos como el que yo me encontré en la universidad cuando la plataforma digital de inglés a distancia únicamente funcionaba correctamente con el infame Microsoft Internet Explorer: algunos alumnos con Mac se vieron obligados a instalar una partición de Windows en sus máquinas, lo que hacerlo de forma legal cuesta un dinero. Yo enredé con un navegador web llamado Flock
que podía ejecutar por debajo el motor de Internet Explorer en mi equipo con Guadalinex
(nunca tuve claro cuán legal era eso, pero a mí salvo el día). Sin embargo, no creo que cualquier usuario pueda estar tan motivado para investigar por su cuenta y riesgo un método alternativo, por lo que en mi opinión estas situaciones que derivan en un beneficio comercial de una empresa deberían ser declaradas ilegales, porque además generan discriminación e inseguridad al usarse versiones obsoletas de, por ejemplo, los navegadores.
La seguridad online es otro elemento que debería tener más importancia en la educación a día de hoy, proporcionándose una formación mínima sobre buenas prácticas. Esta cuestión tiende a despreciarse bajo la excusa de que los alumnos son “nativos digitales”, pero que una tecnología exista desde antes de que uno naciese no significa que uno sepa utilizarla adecuadamente por ciencia infusa. Si bien las nuevas generaciones no miran un ordenador o dispositivo móvil como si fuese algún tipo de extraña maquinaria arcana y no sienten pavor intrínseco ante la idea de pulsar un botón y esa acción tenga consecuencias graves e inesperadas, eso no significa que sepan realmente cómo funciona o qué acciones lleva a cabo internamente un programa, y lo cual los hace especialmente vulnerables a compartir información que no desean. Se debería hablar y mostrar los principales sistemas operativos tanto en formato sobremesa (Windows, MacOSX y GNU/Linux) como móviles (Android e iOS) sin tomar partido por ningún desarrollo, y las herramientas software proporcionadas e impulsadas por las instituciones educativas deberían como mínimo ser de código abierto para garantizar que no haya ningún procesamiento oscuro de los datos de los alumnos, puesto que su funcionamiento podría ser auditado.
Por último quiero resaltar en situaciones como la que estamos viviendo el trabajo de distros de GNU/Linux como EndlessOS
, que obviamente pesa mas por tener una enorme aplicaciones preinstaladas. Esto tiene la ventaja de poder ofrecer una experiencia de trabajo funcional sin Internet al contener por ejemplo una enciclopedia: Wikipedia es un recurso fantástico, pero no todos tienen acceso en todo momento a Internet para consultarla. Esta distribución recoge el testigo del DVD de extras con múltiples aplicaciones que traía Guadalinex (distro lamentablemente descontinuada por la Junta de Andalucía en 2018) en mis años de estudiante, que me ayudaron muchísimo cuando Internet era un recurso mucho más escaso, y esa realidad que yo viví continúa a dia de hoy en muchos lugares.
Nota: Me sigue pareciendo lamentable que la Junta de Andalucía se haya desentendido de esa distribución que tanto ha ayudado a muchos, pero me alegra la posibilidad de que se cree una versión mantenida por la comunidad, y se conserven los repositorios. Le tengo bastante afecto a Andatuz por todos los años que me acompañó y ayudó en mis estudios, permitiéndome una alternativa cuando no podía pagar ese software carísimo.
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